Holly con 5 años |
Holly era mi perro, en principio un perro callejero de pero que llegó después a tener más de tres dueños al mismo tiempo. Era un perro muy bonito, con orejas suaves de seda marrón. Su cuerpo era musculoso y simétrico, su pelo era pardo con trocitos de pelo negro cerca del cuello. Holly tenía ojos brillantes y como maquillada, acompañando esos ojos ella tenía unas cejas invisíbles que le hacían tener las miles de expresiones que ella tenía. ¡Un perro hermoso, y además muy listo!
Cuando la encontré iba con mi hermana, ella era sólo un perrito
de el 7 meses como máximo. Mi hermana(12) y yo(7) estábamos de
camino a ir al colegio, y de repente vimos un peluche que gimoteaba que nos estaba
lamiendo nuestras piernas. La pusimos de nombre "Holly". Como
todos los perritos, Holly era muy riquiña y con mucha energía, mi hermana y yo
nos enamoramos de ella desde la primera vez que la vimos. Siempre la encontrábamos
por lo mismo sitio, suplicando cariño con sus ojos enormes. Después de
jugar, Holly siempre quería volver con nosotras a casa, pero sabíamos yo y mi
hermana que nuestra madre nos mataría si la traíamos a casa. Nos rompió el
corazón al ver a Holly confundida cuando le gritábamos para que no nos
siguiera. Pero como ella era tan lista, unas veces después aprendió a dejar irnos
a casa. Desde el primer día, le contamos cosas de Holly a nuestra madre después
de llegar a casa. Mi madre al principio nos advirtió la peligrosidad de
los animales salvajes, pero poco a poco ella también empezó a tener curiosidad
en ese perrito. Y un día antes de un tifón, mi madre nos dejó bajar con un
cesto para llevar a Holly a nuestra casa.
"Pero sólo porque viene el tifón, esta es un excepción, vale?
" Mi madre nos recordó antes que nosotras saliéramos de casa”.
Qué felices estuvimos, dos niñas corriendo en la lluvia y entre nosotras
llevando un gran cesto del color rosa. Llegamos al frente de una tienda
de alquiler de coches, el sitio donde solía aparecer Holly. Y por supuesto, después
de unos minutos gritando en voz alto, Holly nos saludó con un ladrido y mucha
saliva.
Luego llegó el trabajo difícil: conseguir llevar Holly a casa con el cesto.
Ponerla dentro de un cesto no era difícil, pero que ella se quedase allí
tranquila fue imposíble. Porque cada vez que se nos levantaba el cesto
ella saltaba por fuera directamente. Al final nos abandonamos la idea y la
llevamos a casa sin el cesto.
Allí empezó la bonita historia de Holly.
Allí empezó la bonita historia de Holly.