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2013年3月12日 星期二

Holly (1)


Holly con 5 años

Holly era mi perro, en principio un perro callejero de pero que llegó después a tener más de tres dueños al mismo tiempo.  Era un perro muy bonito, con orejas suaves de seda marrón.  Su cuerpo era musculoso y simétrico, su pelo era pardo con trocitos de pelo negro cerca del cuello.  Holly tenía ojos brillantes y como maquillada, acompañando esos ojos ella tenía unas cejas invisíbles que le hacían tener las miles de expresiones que ella tenía.  ¡Un perro hermoso, y además muy listo! 
Cuando la encontré iba con mi hermana, ella era sólo un perrito de el  7 meses como máximo.  Mi hermana(12) y yo(7) estábamos de camino a ir al colegio, y de repente vimos un peluche que gimoteaba que nos estaba lamiendo nuestras piernas. La pusimos de nombre "Holly". Como todos los perritos, Holly era muy riquiña y con mucha energía, mi hermana y yo nos enamoramos de ella desde la primera vez que la vimos. Siempre la encontrábamos por lo mismo sitio, suplicando cariño con sus ojos enormes.  Después de jugar, Holly siempre quería volver con nosotras a casa, pero sabíamos yo y mi hermana que nuestra madre nos mataría si la traíamos a casa. Nos rompió el corazón al ver a Holly confundida cuando le gritábamos para que no nos siguiera. Pero como ella era tan lista, unas veces después aprendió a dejar irnos a casa. Desde el primer día, le contamos cosas de Holly a nuestra madre después de llegar a casa.  Mi madre al principio nos advirtió la peligrosidad de los animales salvajes, pero poco a poco ella también empezó a tener curiosidad en ese perrito. Y un día antes de un tifón, mi madre nos dejó bajar con un cesto para llevar a Holly a nuestra casa. 
 "Pero sólo porque viene el tifón, esta es un excepción, vale? " Mi madre nos recordó antes que nosotras saliéramos de casa”.
Qué felices estuvimos, dos niñas corriendo en la lluvia y entre nosotras llevando un gran cesto del color rosa.  Llegamos al frente de una tienda de alquiler de coches, el sitio donde solía aparecer Holly. Y por supuesto, después de unos minutos gritando en voz alto, Holly nos saludó con un ladrido y mucha saliva. 
Luego llegó el trabajo difícil: conseguir llevar Holly a casa con el cesto.
Ponerla dentro de un cesto no era difícil, pero que ella se quedase allí tranquila fue imposíble.  Porque cada vez que se nos levantaba el cesto ella saltaba por fuera directamente. Al final nos abandonamos la idea y la llevamos a casa sin el cesto.
Allí empezó la bonita historia de Holly.